domingo, febrero 03, 2008

Otras vidas nos rodean_Escribe:Elena G. Gomez

Siento como si una mano me tuviera agarrada por dentro y no me deja respirar.

Como si las lágrimas se hubieran agotado y ya no puedo ni llorar.Como si mi cabeza estuviera ardiendo y no encuentro ninguna solución.Me pregunto para qué sirve tanto esfuerzo, para qué tantas preocupaciones, para qué tanta lucha.

Quisiera dejarme arrastrar al vacío, desaparecer, dejar de sentir el dolor, la soledad pero sobre todo el miedo, ese miedo que me agarra, que me bloquea, que me controla.

Respiro profundamente, concentro mi mente en sentir cómo el aire penetra por mi nariz y va bajando y llenando mis pulmones.Siento que mis pulmones son un gran bosque y que éste se impregna de vida, de infinitas vidas que vienen a través del aire.

Respiro otra vez más y dejo que todo se serene dentro de mí, que los ruidos de la mente se callen, que las preocupaciones y el dolor se alejen. Sólo me concentro, concentro mi mente en la respiración, y voy poco a poco sintiéndome cada vez más ligera, más infinita, más atemporal.

Viajo con mi mente, viajo a un lugar que creé hace tiempo, es un lugar al que llego después de atravesar un bosque lleno de grandes árboles, en el que tengo una casita de madera situada encima de un acantilado desde el que veo, oigo y sobre todo huelo el mar. Desde mi casa veo a lo lejos montañas que están siempre nevadas, cumbres que representan los sueños que aún tengo por cumplir. Es un lugar que me resulta agradable, en el que estoy sola, pero rodeada de vida, un lugar donde acudo para encontrarme en silencio conmigo misma, donde puedo llenarme de paz y, sobre todo, abrir mi mente para buscar las soluciones a todas aquellas cosas que me inquietan.

Porque, en el fondo, lo realmente importante es poder abrir mi mente, expresar mi preocupación, compartir lo que me inquieta y aprender a ver la solución, porque ésta siempre existe, sólo hay que aprender a verla.En este espacio imaginario creado en mi mente no existe el tiempo, por eso algunas veces escribo en un papel lo que me preocupa y lo dejo allí, segura de que del bosque saldrá alguna criatura curiosa que lo leerá y se lo contará a otra, y ésta otra a otros hasta que llegue a oídos de alguien, alguien que me dirá la solución.

Puede parecerte mentira, pero funciona, porque estas vidas, que algunos llaman ángeles, son muy puras, y tienen una red infinita creada entre ellas, ya que a diferencia de nosotros, ellas son conscientes de que forman parte las unas de las otras, por eso no se detienen hasta que encuentran la respuesta y siempre me la transmiten de la forma más inesperada, tal vez para que aprenda a confiar y a jugar con ellas, pero sobre todo para que me dé cuenta de que aunque piense que estoy sola, en realidad nunca lo estoy.

Con el tiempo y la práctica he llegado a familiarizarme más con ellas, e incluso algunas veces veo a personas que son movidas por ellas, personas que aparecen en mi camino y me ayudan, sin saberlo, a hacer realidad un sueño, a superar un mal momento o, simplemente, a abrir una puerta que creía que estaba cerrada.

Pero hay algunas condiciones para formar parte del mundo mágico, ese mundo que es real, que nos rodea y que nos puede dar las respuestas que muchas veces no sabemos encontrar, porque a estas vidas no les gustan las personas prepotentes que lo saben todo, que se creen poseedoras de la verdad, que buscan su propio beneficio y que mienten sin escrúpulos con tal de conseguir lo que quieren. Dicen que esas personas huelen como patatas podridas y escapan de su lado.

Tampoco les gustan las personas egoístas que sólo piensan en sí mismas y que acuden a ellas sólo cuando les interesa, y además lo hacen con exigencia y condiciones, y mucho menos les gusta que se les meta prisa.

A ellas lo que les gusta es la gente sencilla, la que conserva en su interior la pureza del niño, las que piensan en los demás, las que no ponen condiciones, las que tienen y manifiestan gratitud por todas las cosas que les da la vida y, por tanto, son conscientes de que lo mismo que reciben lo tienen que dar.

Les gustan las personas soñadoras, no les importa la edad que tengan, sólo que ante la dificultad no tiren la toalla.Les gustan las personas que saben ver en todo lo que les rodea la belleza y la magia que tiene la vida.

Les gustan aquellos que cuando más dificultades tienen más se crecen, más fuerza sale de su interior y más dispuestos están a que nada les detenga.

Les gustan los valientes.

Tomado de la columna el ARBOL DEL BUHO, de la Revista FUSIÒN (España), ediciòn internet, Febrero , 2008