lunes, noviembre 15, 2010

Nuestro verdadero ser no es individual… ¡es colectivo! _ Escribe: Claudio Maria Domínguez





Ya leía y escribía a los 3 años y a los 6 años ya sabía 6 idiomas. El conocimiento que fluye a través de él, no es de él, en sentido individual, con “copyright”, sino de libre disposición, porque proviene de nuestro ser colectivo, de la fuente común a todos.

Ese es el valor de lo que dice el argentino Claudio Maria Domínguez, escuchémoslo con el corazón (Jesús Hubert)



¿Por qué nos aferramos tan desesperadamente a esta falsa y siempre cambiante realidad, a cosas que son momentáneas, a cosas que están atadas y hasta condenadas a quedarse aquí en el plano terrenal cuando pasemos por el umbral de la muerte hacia otras vistas de conciencia? ¿Por qué nuestro deseo de gratificación instantánea, confort y riqueza monetaria es tan fuerte, que estamos dispuestos a gastar toda nuestra energía, nuestra vida, para algo tan poco profundo y temporal?

La respuesta será siempre la misma: debido al apego y a los deseos, debido a la idea de sentirse separado, debido a la identificación con el ego, la idea de querer ser especial, diferente, mejor que todos los demás… Imaginemos que el ego está representado por un pequeño punto de espuma en el borde de la cresta de una ola.

Ahora bien, ese pequeño trozo de espuma continúa imaginando y expresando que no es en absoluto parte del océano, que es especial, que está desconectado y separado del resto. Esto, claro está, es ridículo, pero eso es exactamente la presión que nuestros egos constantemente ejercen sobre la conciencia frontal. El ego desaparecerá sólo cuando nosotros (conscientemente, a través del conocimiento personal) nos demos cuenta que la ola y la espuma son la misma cosa, y que el océano es la base real de todo. La ola representa al Atma, el alma individual; el océano es el eterno Dios, el Todo.

Cada uno de nosotros nace con ego y cada uno morirá en el ego. Corremos de aquí para allá, damos y quitamos, ganamos dinero y lo gastamos, decimos la verdad o vivimos en la mentira, pero siempre en el ego. Inclusive la idea de cielo e infierno, y todos los otros niveles de conciencia, no están libres del ego porque todos representan alguna forma de separación. Por eso debemos trabajar para terminar con esta falsa idea de separación. Solamente entonces seremos realmente libres y nos daremos cuenta del eterno Dios que reside en nuestro interior.

El apego es la raíz de la decepción y el deseo la causa de la confusión. El enojo aflora por el deseo frustrado y el miedo no es más ni menos que una imaginación descontrolada. No tienes más que redimensionar tu mente, frena tus pensamientos, que no se desboquen, convirtiéndose en algún futuro incierto o algún pasado incambiable. Frena el deseo. Vive cada momento. Sé aquí mismo, ahora mismo. Sé conciencia. Conócete a ti mismo mas allá del cuerpo, la mente y los sentidos. Sé amor. Somos amor. Siempre recuerda a Dios, el Creador de todo, en todo lo que hagas, porque Dios es la base verdadera de todo lo que existe en la creación. Dios es Amor y Amor es Dios. Por lo tanto, cada objeto de la Creación –sin importar lo que nuestras pequeñas y distorsionadas percepciones, abrumadas por el ego, nos puedan hacer creer de un momento a otro- tiene solamente a Dios y al Amor, como su origen y fundamento.

Con este concepto en mente, podemos aprender a detener nuestras constantes y numerosas opiniones egoístas de todo lo que nos rodea. Puesto que si es cierto que Dios (Amor) es el verdadero fundamento, entonces deberíamos percibir solamente Dios y Amor, y experimentarlo por doquier. Quiere decir que todos debemos enfocarnos en el principio fundamental de Identidad, en vez de ser engañados por las sensaciones de separación.

Toda esta multiplicidad es en realidad UNA, es decir Dios y Amor, expresándose al máximo. Esta es la primera y verdadera responsabilidad de todo ser consciente en esta vida terrestre. Todas las otras responsabilidades tales como ganarse la vida siguiendo acciones correctas, ser positivo, valiente, autosuficiente, buena persona, amigo, miembro responsable y servicial de una familia, buen vecino, buen estudiante, un ciudadano servicial o líder en la sociedad, son estrictamente secundarias. Estas responsabilidades secundarias, no carecen de importancia.

Es frecuente que a través de estas experiencias aprendamos a enfocar, para luego ir en busca del cumplimiento de la verdadera responsabilidad. Así que, ¿cómo hago para alcanzar este nivel de creencia, confianza, aceptación, fe, experiencia personal o realización?

Es cierto que todas las religiones del mundo han manifestado de alguna manera que, “En el comienzo hubo un Dios…”, pero, ¿cómo hacemos para saber si esto no es más que un anhelo fantasioso, como proclaman algunos ateos? La negación de la existencia de la figura mítica llamada Dios puede lograrse al permitir que la vanidad de un ego extremo guie estos pensamientos en nuestra conciencia, y que luego lo sostenga con innumerables teorías huecas. Sin embargo dile a alguien que niegue el hecho de que “EL” mismo existe. Una investigación demostraría que esto no es posible.

El “Yo Soy” dentro de todos nosotros no puede negar su propia existencia. Pruebalo. Cierra los ojos, tapona tus oidos y niega que existes. Encontraras que tu mera conciencia seguirá estando ahí mismo. Siempre se consciente de SER. No el pequeño “yo”, el ego que clama y siempre grita fuerte y demanda atención en tu cabeza; por ejemplo: Yo soy “yo”, Juan o Juana, tal o tal, etc. No, el callado y arraigado conocimiento que encontramos en el perfecto silencio interior, que aflora cuando todos los pensamientos están sumidos en la quietud.

Verdaderamente la mente no existe para nada. En realidad es solo un reflejo. Piensa en el “yo”, el estado de “yo soy”, como la luz que resplandece nuestro siempre radiante sol. Luego piensa en la mente como si fuera la luna. Todos sabemos que la luz que ilumina la luna es reflejada por el sol. La luna no tiene luz propia.

Del mismo modo, la mente es solo un reflejo del “yo” eterno, del alma, de Dios. Pensemos en la mente como un trozo de género de algodón tejido. Las pequeñas hebras de algodón que se entrecruzan unas con otras, crean la apariencia de un género sólido. Luego imaginemos que cada pequeña hebra o hilo de algodón es un pensamiento, es un deseo, o una cadena de pensamientos. Si tiramos y sacamos cada uno de esos hilos, el trozo de género se empezará a deshilvanar. Si continuamos sacando los hilos, el trozo de tela desaparecerá por completo.

Lo mismo ocurre en la mente. Lo puedes lograr si eliges un propósito fuerte e inflexible. Una manera fácil de hacerlo es sustituir ese pensamiento o deseo, a medida que aflora, por otro, preguntándonos: “¿Quién soy yo?”. O más bien preguntate: “¿Para qué aparecen estos pensamientos?”. El ego contestará: “¡Para mi, tonto!” Entonces pregúntate: “¿Quién es este “yo”, este “mi”?”, y aférrate al primer pensamiento. Averigua de dónde proviene. Al aferrarte fuertemente a ese pensamiento, preguntándote: “¿Quién soy yo?”, cada vez que aflore, haces que la mente trabaje buscando su origen y se disuelva en el propio “yo”. Al igual que desaparece la luna cuando la luz del sol matutino ilumina al mundo, así también dejará de existir la mente tan pronto como esté bañada de la luz brillante del “verdadero yo”, que está siempre allí, siempre lleno y brillante.

Dado que nadie puede negar su propia existencia, es imposible negar la existencia de Dios, el Yo Eterno. Ahora dense cuenta de esto, y luego practíquenlo, y antes de que haya pasado mucho tiempo experimentarán esta “Identidad” de todo, nuestra “verdadera naturaleza”, la realidad invariable del Ser, del Amor, de Dios.

Dios es Amor. El Amor es Dios.
Gracias por existir

Claudio

Selección de Viviana Menichetti


Ahora el Tío Sam se llama Sansón _ Escribe: Joseph Stiglitz¨(*)







Quizás el mejor símil para presentar a los Estados Unidos de Norteamérica en la encrucijada económica actual, sea la figura bíblica de Sansón, sacando desesperado sus últimas fuerzas y... ciego. Totalmente dispuesto a derrumbar el templo con los "filisteos" y él mismo adentro.

Al parecer, Estados Unidos empuja ya las columnas del templo con la emisión desbocada de dólares, en medio de un mundo en equilibrio precario, amarrado al chantaje del dólar, verdaderamente, al borde del abismo. Un gesto de poder imperial, dirimamos que agónico y de imprevisibles consecuencias para todos, sin excepción.

El premio nobel de economía del 2001, Joseph Stiglitz, nos explica qué tan fina y precaria es la cuerda en que estamos todos meciéndonos. (Jesús Hubert)


El autor cree que sin cooperación internacional la economía seguirá estancada, acentuándose los desequilibrios. Considera que el aluvión de liquidez en Estados Unidos tiene el riesgo de poner en peligro la estabilidad mundial.

Es fácil ver por qué algunos políticos esperan que unos tipos de cambio favorables puedan volver a poner de nuevo en marcha la economía de EEUU. En medio de crecientes temores de un estancamiento a la japonesa, las demás opciones o no se toman en consideración o lo más probable es que sean ineficaces. La parálisis política y el endeudamiento galopante actúan como freno de una segunda tanda de estímulos eficaces y la política monetaria no ha reanimado la inversión. Sin embargo, debilitar el dólar para impulsar las exportaciones es una estrategia arriesgada. Podría dar lugar a una volatilidad del tipo de cambio y a proteccionismo; peor aún, invita a una respuesta de los competidores. En este frágil entorno económico mundial, los miembros del G-20 que se reúnen hoy y mañana en Seúl saben que una guerra de divisas sólo conseguirá que todo el mundo salga perdiendo.

Afortunadamente, hay alternativa. Sería mucho más eficaz una cooperación mundial basada en políticas de reformas estructurales que fomenten el crecimiento, en estímulos económicos y en cambios institucionales a largo plazo en el sistema monetario mundial.

Conocemos los peligros de una devaluación porque ya hemos pasado antes por eso. En la década de los 30, la política de empobrecer al vecino prolongó la Gran Depresión. En tiempos más normales, EEUU quizás tenía capacidad de hacer que otras monedas se apreciaran frente al dólar (y ayudar así a abaratar las exportaciones norteamericanas) por el procedimiento de mantener las tasas de interés bajas y de abrir sin freno la espita de la liquidez. Ahora bien, otros, sobre todo China, han indicado que no van a seguirles el juego.

EEUU debe pensar en otras vías. La historia ha de tomarse en plan instructivo. Hace 40 años, las medidas unilaterales tomadas por EEUU llevaron al colapso del sistema de Bretton Woods y a la adopción del régimen de tipo variable de cambio. El mundo se encuentra en estos momentos a punto de pasar a otro régimen de tipos controlados de cambio y de mercados fragmentados de capital. Este régimen no es el resultado de deliberaciones exhaustivas sobre qué sistema sería el que mejor servicio preste a todos. Más bien es la consecuencia de que algunos países están adoptando medidas que creen que favorecen sus propios intereses, sin tener en cuenta a otros que hacen lo que deben para protegerse a sí mismos.

La política monetaria de EEUU fue responsable, en gran medida, de la década perdida de América Latina, porque la subida de los tipos de interés, sin precedentes, provocó la crisis de la deuda a principios de los años 80. Así también, la política monetaria estadounidense fue responsable, en gran medida, de la burbuja cuya explosión ha llevado a la recesión mundial.

Washington se ha embarcado de nuevo en estos momentos en un comportamiento que corre el riesgo de poner en peligro la estabilidad mundial. Lo irónico del caso es que EEUU están beneficiándose poco de la marea de liquidez que han provocado. Los tipos bajos de interés no prendieron la chispa de la inversión en factorías y equipos en la recesión del 2001, y no es probable que la prendan ahora. Sin embargo, esa política está teniendo su efecto en otros países, puesto que el dinero barato escruta todo el mundo en busca de las mejores oportunidades y las encuentra en los mercados emergentes. Conocemos los estragos que pueden derivarse de esta política porque este dinero circula continuamente de un sitio a otro.

Los cambios repentinos y de gran calado de los tipos de cambio pueden tener efectos devastadores, especialmente en los países en desarrollo, porque las empresas se ven obligadas a ir a la quiebra. Los países en desarrollo han sido el motor del crecimiento mundial y cambios de esta naturaleza podrían destruir toda esperanza de una rápida recuperación global.

Mientras que para el mundo están claros los costes de las devaluaciones con intención de competir, los beneficios posiblemente sean ilusorios. China hace bien al subrayar que el ajuste de su tipo de cambio va a contribuir muy poco a corregir el déficit del comercio multilateral norteamericano (EEUU simplemente importará prendas de vestir y tejidos de otros países en desarrollo). De hecho, el déficit comercial podría agravarse a corto plazo, incluso aunque otros países también ajustaran sus tipos de cambio, porque EEUU tendría que pagar más (en dólares) por lo que importa.

En la actualidad, cada país persigue sus propios intereses. EEUU está preocupado por el desempleo. China tiene la preocupación de que una apreciación importante de su moneda cause trastornos económicos en el país (salvo que se recupere el crecimiento global). Si seguimos por esta vía, las economías emergentes, amenazadas por una avalancha de capital, tenderán a protegerse mediante impuestos, controles al capital, regulaciones e intervenciones directas (como lo han venido haciendo cada vez más). A medida que más países recurran a intervenir para mitigar las consecuencias de una expansión monetaria desenfrenada (en EEUU y, quizás, en otros países industriales avanzados), los que tratan de conservar la fe en los tipos de cambio determinados por el mercado van a sentir una presión cada vez mayor. Al final, la noción de unos tipos de cambio determinados por el mercado parecerá tan arcaica como Bretton Woods. El resultado será un mercado financiero mundial cada vez más fragmentado, con el efecto añadido casi inevitable de una caída en el proteccionismo.

La respuesta a esta situación de aparente estancamiento es simple: recupérese el crecimiento mundial y de ahí derivará de forma natural la apreciación de la moneda. Restablecer el crecimiento requiere que todos los gobiernos que tienen capacidad para aumentar la demanda agregada lo hagan así. EEUU tiene una responsabilidad especial, tanto por su culpa en la generación de la crisis mundial como por su capacidad de pedir prestado a tipos bajos de interés, una ventaja derivada en parte de su condición de moneda de reserva de facto. Ha llegado el momento de que EEUU acometa las inversiones de alta productividad que necesita. Invertir en cosas como el ferrocarril de alta velocidad y tecnologías verdes mejoraría de hecho el balance norteamericano. Un mayor crecimiento generaría mayores ingresos fiscales y llevaría a aminorar la deuda pública a largo plazo. Medidas de este tipo no sólo ayudarían a EEUU sino que también tendrían magníficos efectos positivos tanto a corto plazo (gracias a un mayor crecimiento) como a largo plazo (gracias a las mejoras tecnológicas) para el resto del mundo.

Tanto EEUU como China necesitan cambios estructurales, no sólo un reajuste de los tipos de cambio. Incluso a corto plazo, es mucho lo que podrían hacer para contribuir a la demanda agregada global: aumentar los salarios, por ejemplo. En ambos países, los ingresos medios por hogar no se han acompasado al ritmo del crecimiento (¡en la actualidad, la renta media de los norteamericanos es menor de la que era en 1997!).

AMBOS PAÍSES necesitan inversiones para adaptarse al recalentamiento del planeta. Ambos países necesitan aumentar el gasto público en educación y en sanidad para los más desfavorecidos. Ambos países tienen que encontrar fórmulas mejores de asignación de su capital. Los mercados financieros norteamericanos han demostrado una notable incapacidad para canalizar los ahorros de manera productiva. China no puede seguir generando excedentes de capacidad de fabricación. Necesita encontrar formas de reciclar sus gigantescos ahorros, por ejemplo, en inversiones en urbanización dentro del propio país, en inversiones en los países en desarrollo con mano de obra excedente y en ayudas a otros países a hacer frente al problema del recalentamiento del planeta.

Esta alternativa se basa en la cooperación (compromisos mutuos en un aumento de la fiscalidad, en reformas estructurales y en la corrección de los desequilibrios comerciales de todos los países, no sólo de China). Para algunos países, los reajustes del tipo de cambio formarán parte de la alternativa; para otros, es posible que no. Sin embargo, cada país determinará la mejor manera de alcanzar los objetivos acordados, teniendo debidamente en cuenta las consecuencias indirectas, tanto negativas como positivas.

En este planteamiento de cooperación, será fundamental un nuevo sistema mundial de reservas o una generalización del dinero del FMI (los llamados derechos especiales de giro, o DEG). Con un sistema de este tipo, no será ya necesario que los países pobres tengan que inmovilizar cientos de miles de millones de dólares para protegerse de la volatilidad global, y ese dinero se sumaría a la demanda agregada mundial.

Es cierto que, con este sistema, EEUU ya no se beneficiaría del coste extraordinariamente bajo que deriva de ser el acuñador de la moneda de reserva mundial más importante. Ahora bien, el sistema actual es una anomalía. El mundo se encuentra en una coyuntura crítica. El camino que ha emprendido a día de hoy está marcado por una inestabilidad permanente y un crecimiento anémico. El camino de cooperación es mejor para todos. Es, de hecho, la única manera de lograr reducciones importantes de los desequilibrios globales y de devolver al mundo a la senda de un sólido crecimiento.

(*) Joseph Stiglitz fue Premio Nobel de Economía en 2001.